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Llegó el momento de despedirnos, los llevaré en mis recuerdos: Jaime Pumarejo

 

Entré por las puertas como un niño, 27 años. Con muchas ideas, muchas emociones, hace menos de un año había perdido mi padre, tenía aún mucho que aprender.

Jamás pensé que aquí pasaría 16 años de mi vida, de alguna manera u otra, mucho de lo que soy, lo bueno y lo que aun tengo que corregir, se lo debo a estos 16 años en la Alcaldía de Barranquilla. ¡Gracias por esta increíble oportunidad!

Me permitieron trabajar para volver realidad muchos sueños compartidos, cambiando vidas, generando ilusión y demostrándonos que sí se puede, vacunándonos contra la indiferencia y aprendiendo que lo que hace a Barranquilla hermosa es que casi todos nos reconocemos iguales, aunque seamos increíblemente diferentes.

Se acabó un ciclo, entré a los 27 y me voy a los 43, más viejo, pero más contento, porque hice tantos amigos, di tantos abrazos; y algunas veces sostuve el llanto por no poder ayudar a quien me lo pedía, falta mucho pero ya vendrán otros a crecer, a servir y a tomar estos lugares.

Ojalá, mi papá, pudiera caminar conmigo a la salida de esta puerta, y sentirse en algo orgullo de que ese amor por Barranquilla y su gente que tanto me inculcó me movió el espíritu durante todo este tiempo, y quizás sentir que muchas cosas de las que él no alcanzó a hacer, las pude hacer yo. Perdóneme por mis falencias y aquellas cosas que no pudimos hacer.

Gobernar es tomar decisiones difíciles, es también equivocarse, y aunque siento que fueron más los aciertos en medio de todos los desafíos inéditos, puedo reconocer el pesar de quienes aun necesitan de nuestro continuado esfuerzo, por eso, esta tarea no puede detenerse.

A comandar este barco llega nuevamente quien nos devolvió la sonrisa y nos enseñó que éramos capaces. Acompañemos a Alex como lo hemos hecho siempre para seguir llevándonos hacia otro nivel, cada día más cerca hacia el progreso y la equidad. ¡Los quiero mucho!

De todos ustedes siempre me sentiré su compañero, miembro de un equipo inmenso que luchó y logró devolver la ilusión a un pueblo llamado Barranquilla. Salúdenme cuando me vean por la calle, si sirve, soliciten mi ayuda, y si sobra, háganmelo saber. Los extrañaré, llevaré estos años siempre conmigo.

Sigan adelante sintiéndose orgullosos de servir, la más noble labor, y de ayudar a cualquier joven, sin importar dónde nació o cómo se llama, para que puedan perseguir sus sueños y gozar la inmensa alegría de sentirse barranquillero.