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Un personaje inesperado retó al simulacro

Enrique Linero, un usuario de Capital de Vida fue el protagonista del simulacro.

Al levantarse temprano el miércoles 2 de octubre Josie y Katya, deseando un buen simulacro, repasaron los protocolos en caso de emergencias en el edificio central de la Alcaldía. Entretanto, Enrique repasó la agenda del día y decidió irse temprano a su diligencia en el Paseo Bolívar, esperando que no lloviera y le rindiera el día.

Josie Primo y Katya Pinzón, coordinadores de Seguridad y Salud en el Trabajo de la Secretaría de Gestión Humana, el grupo de brigadistas de la Alcaldía y el personal de seguridad del edificio obtuvieron su recompensa al realizarse con profesionalismo el Simulacro Nacional de Respuesta a Emergencias. Enrique Linero, pensionado de 83 años, terminó en una ambulancia en pleno Paseo Bolívar.

En el ejercicio de simulacro, que permitió evacuar a todo el personal de empleados y visitantes de los nueve pisos de la edificación en trece minutos, los aplausos fueron para Enrique.

Con sus cuatro marcapasos a cuestas, caminaba por el pasillo del piso 8 hacia las oficinas de Espacio Público cuando sonaron las alarmas, justo a las 9:00 de la mañana, anunciando el inicio del simulacro. Veía que todos salían de sus oficinas y juiciosos buscaban las escaleras en una ordenada fila india. Aprendió a mantener la serenidad, tanto por la edad como por la fragilidad de su corazón, así que, sin entender qué sucedía, se fue como Vicente, detrás de la gente.

Solo que los guardias y brigadistas lo detuvieron, sorprendidos al encontrar un personaje fuera del libreto. Los ‘atrapados’ serían una funcionaria y un guardia de seguridad, quienes se refugiarían en una oficina, justo después de que las escaleras hubiesen colapsado. Pero, Enrique sería el rescatado por los bomberos, junto a la funcionaria Karen Camacho, en la terraza del piso 9.

Cuando los transeúntes, espectadores ubicados en el bulevar del Paseo Bolívar, entre fotos, videos de celulares y ojos avizores pendientes de los hombres de rojo, vieron a un anciano en la canasta de la escalera de rescate del carro de bomberos, aplaudieron.

Enrique fue trasladado por médicos y paramédicos a una de las ambulancias de la Red de Emergencias de la ciudad –formalmente, Centro Regulador de Urgencias y Emergencias– para realizarle un electrocardiograma que, como una buena situación de crisis, no estaba en el guion. Por fortuna seguía sereno y calmado y con un buen corazón; gracias a él, el equipo de brigadistas supo que los entrenamientos y protocolos, muchas veces menospreciados por algunos, habían funcionado.

A las 9:40 de la mañana, la vida de la céntrica avenida empezó a tomar su cotidiana normalidad, al ser declarada superada la emergencia; la avalancha de personas corriendo a hacer fila en el andén, a un costado de la edificación, para ingresar a la Alcaldía apenas dejaran pasar por sus puertas, casi extiende la actividad.

En el parqueadero de la calle 35, un poco más tarde de las 10:00 de la mañana, los 35 brigadistas evaluaron la actividad; se dieron un merecido aplauso por los logros de la jornada y por su entrenamiento, del que están seguros, les servirá en caso de una real emergencia, la que esperan nunca ocurra. Media hora más tarde, Josie, Katya y sus compañeros regresaron complacidos a sus oficinas, esta vez por el ascensor, para retomar sus labores, mientras Enrique se dirigía a casa, con una historia para relatar a su familia. Por lo menos, no había llovido.