Cuidar sin derechos: la deuda social con quienes sostienen la vida en América Latina
El cuidado es un trabajo invisible que sostiene a millones de personas en situación de dependencia en todo el mundo: niños, ancianos, personas con discapacidad o enfermedades. Sin embargo, y quienes realizan esta labor —mayoritariamente mujeres— enfrentan condiciones laborales precarias, desprotección legal y escaso reconocimiento económico y social.
En América Latina, cerca del 75% del trabajo de cuidado no es remunerado y recae, en su mayoría, sobre las mujeres. Esta desigual distribución del cuidado perpetúa brechas de género, limita la participación femenina en el mercado laboral y agudiza la desigualdad económica.
Este sensible tema que impacta a millones de personas fue eje de discusión en el Foro de Desarrollo de la OCDE realizado por primera vez fuera de Europa, en Barranquilla, donde expertos de organismos multilaterales, gobiernos y organizaciones sociales coincidieron en que profesionalizar el trabajo de cuidado, redistribuir las responsabilidades y crear políticas públicas robustas es urgente para construir sociedades más equitativas.
Colombia: una sociedad que depende de los cuidadores
Uno de los testimonios más contundentes fue el de Natalia Moreno Salamanca, directora de Cuidados del Ministerio de Igualdad y Equidad de Colombia. Durante el foro, la funcionaria reveló que cerca de 17 millones de personas en Colombia —el 35% de la población— requiere algún tipo de cuidado, y que más del 75% de esa labor es realizada por cuidadores no remunerados, la mayoría mujeres.
Moreno señaló que “…somos una especie interdependiente. No podemos salir adelante sin un relacionamiento mutuo mediado por el cuidado”, dijo Moreno, quien alertó que la cobertura institucional sigue siendo baja. En la primera infancia, por ejemplo, solo el 51% de los menores accede a cuidados formales. “Uno de cada dos niños no recibe atención adecuada”, agregó.
Así mismo llamó a construir “sociedades del cuidado” y dejar atrás los modelos sociales centrados en el miedo y la exclusión: “Debemos pensar el cuidado no como una carga privada, sino como una responsabilidad colectiva del Estado, el mercado y la comunidad”.
Brechas, informalidad y falta de políticas
En toda América Latina, las estadísticas reflejan la magnitud del problema. Según la OCDE, se proyecta un crecimiento del 32% en la demanda de cuidados de larga duración durante la próxima década. Sin embargo, el sector sigue dominado por la informalidad, salarios bajos y falta de protección social.
Francisco Centeno, director del Grupo Ilunion en España —empresa donde el 70% de los empleados tienen alguna discapacidad— expuso la necesidad de repensar el enfoque del cuidado. “Muchos creen que las personas con discapacidad solo deben ser cuidadas. Nosotros creemos que, con formación y apoyo, pueden participar activamente en el mercado laboral”, explicó.
Por su parte, Kathia Brenes, del Instituto Nacional de las Mujeres de Costa Rica, aseguró que “el cuidado ha sido históricamente asignado a las mujeres, lo que limita sus oportunidades de desarrollo”. En su país, el 60% de las mujeres fuera del mercado laboral lo están por razones de cuidado.
Reconocer, redistribuir y remunerar
Los panelistas coincidieron en la necesidad de aplicar tres grandes principios para transformar el sistema de cuidados:
- Reconocer el valor económico y social del trabajo de cuidado.
- Redistribuir las responsabilidades entre hombres y mujeres, el Estado, el mercado y la comunidad.
- Remunerar y profesionalizar a quienes lo ejercen.
Ramiro López-Ghio, del BID, insistió en que “la desigualdad en el trabajo de cuidados no remunerado es el corazón de la inequidad de género en América Latina”. Las mujeres de la región dedican en promedio 7 horas diarias a tareas no remuneradas, mientras que los hombres apenas 3.
En Argentina, la secretaría de Género Natalia Julieta Fenizi destacó que el 15% del PIB proviene del trabajo doméstico y de cuidados, aunque este no se contabiliza formalmente. En Neuquén, el 89% de quienes cuidan son mujeres, y solo el 37% accede a un empleo formal.
Una agenda pendiente
La transición demográfica de América Latina —donde la población envejece rápidamente— hace aún más urgente la construcción de sistemas integrales de cuidado. Expertos alertaron que no actuar ahora solo agravará las brechas sociales y de género.
Desde el enfoque migrante, Ximena Torres, de la Fundación Avina en Colombia, advirtió sobre la precarización de mujeres migrantes que realizan trabajos de cuidado en condiciones indignas. “No podemos seguir viendo a las mujeres del Sur Global como mano de obra barata. Se trata de garantizar derechos”, afirmó.
En el caso de Barranquilla, sede del Foro de la OCDE, la ciudad cuenta con más de 4 mil estudiantes con discapacidad en sus colegios públicos a los que se les brinda una educación integral y de calidad y más de 400 personas con discapacidad están vinculadas a actividades productivas, presentándose como referente en inclusión social.
Para reflexionar
El trabajo de cuidado sostiene la vida, pero sigue siendo invisible, no remunerado o mal pagado. Transformar esta realidad requiere una política pública ambiciosa, con enfoque de género, interseccionalidad y participación social.
Lo dicho en Barranquilla no sólo reveló las cifras, sino la urgencia de convertir el cuidado en una prioridad estatal para avanzar hacia la equidad y la justicia social.