Alirio Prada Peña
Nacido en Bucaramanga, llegó a Barranquilla a los cuatro años con su familia, un martes de 1970 durante el Carnaval de la reina Ligia Salcedo Salom. Hicieron la “novatada” de salir disfrazados un Miércoles de Ceniza, creyendo que la vida en Barranquilla era una fiesta sinfín. La cultura de la ciudad se le impregnó en el corazón y allí se le quedó instalada para siempre.
Alirio Prada Peña es administrador Público y magíster en Gestión Pública, formulador de proyectos en la Secretaría de Cultura y Patrimonio. Participó en el proyecto de la Fábrica de Cultura, y en muchos más, pero ese, en especial, le genera un gran impacto, porque promueve la formación artística y cultural de calidad en las nuevas generaciones. Lleva laborando en el Distrito 21 años.
Es un líder desde niño. Experimentó la ciudad en su mayor necesidad, cuando no había suficientes escuelas, ni servicios públicos adecuados en barrios vulnerables, pero ha contribuido a su transformación y puede disfrutarla hoy en su esplendor.

Alirio defiende el derecho de la gente de estar feliz y celebrar la vida
Descubrió su sentido cívico cuando tenía 11 años y se vinculó a una marcha de ‘blocks’ (ladrillos) para la construcción de una escuela de bachillerato en el barrio Ciudad Modesto, donde él pudiera estudiar cerca de casa. El Colegio Comunal Mixto se hizo realidad hace 40 años y hoy, él hace parte de la junta directiva. También fue “aguaterito”, buscando agua para los oficios domésticos y preparar alimentos en su hogar, cuando no había acueducto en su localidad. A través del arte y la cultura buscó y se pegó a espacios para visibilizar estas necesidades, como las “Aguachernas”, y no se quedó quieto, sino que trabajó en la búsqueda de soluciones.
Es cofundador de Carnaval de Suroccidente, por el puro deseo de mantener el espíritu festivo en los barrios, defender el derecho de la gente de estar feliz y celebrar la vida. Recuerda los primeros desfiles en carros de mulas, que los pequeños emprendedores financiaban donando maíz y panela, y esos eran los premios que entregaban a las particulares “carrozas”. Destaca que desde 2008 se tiene un gran apoyo de la Administración, que se comprometió a darle sostenibilidad a ese proceso.
En su tiempo libre prefiere ir a visitar a su familia y a los suegros, comer arroz de lisa, o viajar a la Sierra Nevada de Santa Marta para caminar y contemplar los paisajes con la compañía de su mujer, Jazmín, y sus dos hijos. Además, dice que “rinde culto a la amistad” celebrando cumpleaños, viendo fútbol, haciendo tertulias en centros culturales o en algún patio que él mismo ayudara a recuperar.
Vive en agradecimiento, se conecta consigo mismo y con Dios con una taza de café, a cualquier hora del día. Quiere seguir viviendo como el náufrago, “nadando y empujando la maleta”. Cuando el barco naufraga (si fracasa algún proyecto), hay que echar mano de la creatividad y seguir adelante.