Saudith Corina Contreras Garrido
Es sabanera y su acento la delata. Nació en Sincelejo, pero su familia reside en el corregimiento de Chochó, Sucre. Allí estuvo con sus padres hasta hace un año que su vida dio un giro y la trajo hasta Barranquilla.
Saudith Corina Contreras Garrido es psicóloga. Su primer nombre, de procedencia árabe, lo eligió su papá, por su agradable sonoridad; y el segundo nombre, lo lleva en honor a su bisabuela.
En 2023, se radicó en Barranquilla con su hijo de 17 años para iniciar un proyecto de vida juntos. Llegó a la Alcaldía de Barranquilla hace menos de un año, y está asignada a la Oficina de la Mujer, Equidad y Género, donde brinda asesoría psicosocial a personas víctimas de violencia basada en género (VBG).
Desempeña su rol en la oficina, pero también visita instituciones educativas, centros de desarrollo infantil (CDI) y barrios, cuando hay campañas de prevención.
Fue mamá muy joven, a sus 19 años, lo que la llevó a interrumpir sus estudios de Trabajo Social. Luego retomó su formación profesional en modalidad semipresencial, pero esta vez se decidió por Psicología. Se graduó y adquirió experiencia laboral en instituciones gubernamentales y fundaciones, antes de ingresar al Distrito.
Vivió duras experiencias relacionadas con violencia de género, lo cual le permite una mayor comprensión y empatía con los usuarios, cuando llegan a contarle sus asuntos, en momentos de gran vulnerabilidad.
En su vida personal cumple roles de “padre y madre”. Su hijo es arquero en un club deportivo de Barranquilla y lo acompaña a sus partidos los fines de semana. También le gusta tejer crochet, ver series, leer y hacer manualidades.
Se considera una mujer resiliente, extrovertida y de gran corazón. Le gusta el vallenato y el porro de bandas de viento. El mote de queso, arroz con coco y mojarra roja son algunas de sus comidas predilectas.
Como filosofía de vida adoptó la frase: “la vida hay que saberla vivir”. Y al preguntarle, ¿cómo se logra esto?, ella respondió: “viviendo el día a día, sin negarse nada” y “reconocer que sin Dios no podemos hacer nada”.
También convierte en maestros los errores cometidos y no desaprovecha las oportunidades que la vida le presenta para seguir creciendo e impulsar a su hijo a su propio destino.